viernes, 22 de febrero de 2013

A propósito de la visita del subsecretario de Medio Ambiente

En el decreto fechado el 29 de junio de 1978 se señala textual que el Islote Pájaros Niños se declara Santuario de la Naturaleza por "estimarse de importancia ecológica la preservación de las especies de avifauna existentes en dicho islote, particularmente de la especie de Pingüino de Humboldt". 

Un espacio determinado de tierra no se declara "santuario de la naturaleza" por que sí, por mero capricho, por el simple antojo de algunos. Un punto específico del territorio merece acceder a dicha condición porque contiene, por así decirlo, ciertas particularidades muy relevantes. La ley de Monumentos Nacionales que define los Santuarios se refiere a que son lugares que ofrecen posibilidades especiales para estudios e investigaciones, y hace un énfasis puntual y determinante: "cuya conservación sea de interés para la ciencia o para el Estado."

Más claro echarle agua.

La cruzada "Yates contra Pingüinos" que emprendiera el doctor Juan Grau a fines de los setenta no terminó siendo una empresa enteramente perdida. La luz verde a favor de los yatistas se obtuvo, la Isla dejó de ser isla, pero, al menos, su campaña por generar conciencia obtuvo un logro, no menor: la declaración de Santuario de la Naturaleza. El doctor Grau tal vez siempre entrevió que la instalación de un club náutico junto a ese peñón contenía una contradicción vital. En rigor, la convivencia resultaba una cuestión altamente improbable. Tarde o temprano, una de las dos familias cohabitantes terminaría desechando a la otra, y en esta natural, casi inevitable pugna, los nuevos -e indeseables- vecinos tenían todas las de ganar. El doctor Grau, como alma sensible y amante de la naturaleza, tomó partido, o más bien dicho, asumió tempranamente la defensa de la parte más débil en este conflicto.

Pasaron los años y las imágenes de funcionarios de la Cofradía Náutica reventando huevos de aves con palos sobre la Isla nos confirman con escándalo que a los nuevos vecinos no les interesaba mayormente respetar el nuevo status ganado por sus vecinos más antiguos. Mal que mal, eran ellos los nuevos en el barrio y la única condición que la laxa mano de la autoridad de la época les puso por delante fue ésa: saber convivir con quienes habían llegado mucho antes a la zona.

Ayer autoridades -encabezadas por el subsecretario de medio ambiente- visitaron la comuna para reunirse con el alcalde y abordar el tema de la matanza de aves. El descontento de la población, manifestado en la multitudinaria marcha del sábado 16 recién pasado, ha alcanzado una maciza difusión a través de los medios nacionales. Uno tiene la válida sospecha de preguntarse si el poder central hubiera agendado la visita del sub-jefe en el ámbito medioambiental de no haber existido todo este revuelo mediático. El hecho es que la comunidad ha respondido de manera enérgica y coordinada, lo que hace pensar que los principios del doctor Grau, como algarrobino celoso de la custodia del patrimonio, no han sido olvidados y viven un promisorio renacer.

Hoy, en forma tardía, el principal sindicado como victimario en esta cuestión, la Cofradía Náutica del Pacífico, ha emitido recién hace algunas horas un comunicado en su defensa. En los escasos párrafos que lo componen, destaca, al menos, la sensatez de referirse en exclusivo al cargo de responsables de la matanza de pingüinos de Humboldt, sin hacer siquiera mención al exterminio sistemático de otras aves, lo que hace suponer que estimarán que todo se reduce a lograr comprobar estrictamente sus buenas relaciones con la especie protegida.

Otrora, cuando la Isla era isla, y no existía un decreto que la elevara a la condición de "santuario de la naturaleza", habitaban en ella cerca de mil ejemplares de pingüino de Humboldt, otros centenares de pingüinos magallánicos, además de una rica población de gaviotas, cormoranes y otras especies, junto a un pequeño bosque de pinos que entregaba un marco vegetal distintivo. Era la postal, la imagen más característica del Algarrobo de antaño. Una vez ejecutadas las labores de unión con el continente -y talado el bosque-, la "Cofradía" pasó a convertirse en, por lejos, el club náutico más grande del país, con 260 embarcaciones inscritas al 31 de diciembre del 2011. Algunos supusieron que Algarrobo merecía, por tanto, ser señalado con holgura como "la capital náutica de Chile".

En la pobre defensa que hoy enarbola la Cofradía se habla de compartir durante 16 años la práctica de deportes náuticos con niños de la zona. Si la idea de convertir a Algarrobo en la capital náutica de Chile no prosperó fue justamente por eso: esfuerzos puntuales y desarticulados que no parecen responder más que un pequeño favor que el organismo privado se digna brindar al resto de la comunidad. La escasa compenetración entre el hoy tristemente célebre club náutico y la comunidad local se ve refrendado en la animosidad o abierta antipatía que amplios sectores que rechazan la matanza manifiestan hacia éste. Mal que mal, del club privado que acoge entre sus socios a las fortunas más grandes de este país bien se podría esperar algo más que enseñarles a navegar en optimist a unos cuantos escolares.

Pablo Salinas

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Las clases impartidas no son gratis, estan subencionadas por el estado atraves de fedevela, ademas con los certificados obtenidos de las asistencias de los distintos colegios obtienen franquicias en lo relativo al pago de impuestos territoriales

Daniel J. dijo...

La ciudadanía se informa y reacciona, esa es la fórmula, cada uno por su lado pero unidos en pos de un objetivo común. Los pingüinos pueden ser la punta de lanza para cambios mayores!!