Contrariamente a lo que la estrechez de juicio de alguna autoridad y/o el insaciable apetito de algún agente inmobiliario puedan permitir suponer, la
planificación urbana es una materia de primera relevancia dentro de una comunidad, que requiere ser enfrentada y resuelta directamente por ésta, bajo la consigna base del
bien común.
Recién hoy la alcaldesa de Providencia anuncia el
congelamiento de los permisos de construcción para edificios en altura en su comuna, expresando un concepto esencial: ""Las herramientas que entrega el urbanismo hay que ponerlas al
servicio
de las personas y no al servicio de otros intereses. Estamos actuando
proactivamente para resguardar y promover la calidad de vida de quienes
hoy habitan nuestra comuna."
Mientras en la comuna capitalina lo que se busca es privilegiar barrios a escala humana, poniendo freno al incremento de los aspectos negativos propios de una alta densidad urbana, nuestro Algarrobo parece dar
desafiantes muestras en sentido justamente contrario. Redes sanitaria y vial colapsadas cada verano -fétidos olores, kilométricos tacos- dan claras señales de que el explosivo desarrollo urbano experimentado en las últimas décadas fue enfrentado con una insuficiente planificación.
Es así como, hoy, el anuncio de un nuevo proyecto inmobiliario a gran escala es percibido por la ciudadanía más como una amenaza que apunta directamente sobre nuestra calidad de vida, que como un muy relativo estímulo para nuestra economía local, como podría haber sucedido hasta hace veinte o diez años atrás. En Tunquén, los vecinos se movilizan en rechazo a la construcción de casi dos centenares de casas; en Algarrobo Norte ya se levantan un par de nuevos proyectos y, como si con eso no bastara, se pone en venta el último tramo que queda libre entre los gigantes San Alfonso y Bahía de Rosas, con proyecciones inmobiliarias.
Caso este último muy similar al de Tunquén, los defensores de allá esgrimen dos razones poderosas para sostener su rechazo: la cercanía a una
zona de rico ecosistema, un
humedal, y el
riesgo de un tsumani. Ambas razones perfectamente replicables. Con el recuerdo todavía bien fresco de lo sucedido en Tailandia y Japón, la amenaza que día a día se cierne sobre nuestros
resorts locales se mantiene intacta. Dar luz verde a la construcción de uno nuevo -junto a éstos- no podría sino ser considerado como un franco despropósito.
En Tunquén, el anteproyecto de las casas menciona que éstas se levantarían a no menos de un kilómetro de distancia del humedal, como una forma de perturbar lo menos posible su rico ecosistema. Por desgracia, en Algarrobo Norte nadie dice ni podría decir lo mismo. Después de las últimas lluvias hemos podido comprobar que los terrenos que están en venta no sólo están cerca del humedal sino
sobre éste. La rica flora y fauna y la gran belleza escénica de éste, el humedal El Membrillo, parecen estar siendo elementos simplemente no considerados...
Vista del humedal desde San Alfonso
Terrenos en venta
Letrero que señala el proyecto de rescate ecológico que la Fundación Kennedy impulsara en 2007. Hasta ahora, la Fundación no emite una declaración respecto a la actual situación que amenaza el humedal.