Con octubre a la vista, por Marcial Lafuente F.

Por esas casualidades de la vida, descubrí hace poco que en mi cuenta de facebook todavía figura entre mis amistades un nombre curioso: Mariela Valdés. Fue hace ya cuatro años que apareció esta figura -una completa desconocida por estos pagos- con un tan claro como insólito objetivo en mente: convertirse en alcaldesa de Algarrobo. Recuerdo que llegó tarde, si mi memoria no me falla, en el invierno del 2008, a escasos meses del ya tradicional octubre de las municipales. Pero su determinación e inusual capacidad de trabajo le permitió -jugando con ese evidente handicap en contra- sumar día tras día más adherentes. Al final, obtuvo un nada despreciable 20% de los votos. Uno de sus primeros gestos tras su "derrota" fue el de ir a saludar y darle su apoyo al reelecto Urquiza (personaje que no alcanzaría a completar ni la mitad de su nuevo período a la cabeza de la comuna antes de ser destituido por el Tricel).
Valdés, está más que claro, era una "cara nueva". Demasiado nueva, para muchos. De hecho, no tenía, hasta entonces, mayor conexión con Algarrobo. Llegó, tal vez por una mezcla de ambición personal e imposición de partido, a jugar una partida que tenía todas las de perder. Pero quienes le dimos nuestro apoyo, los 1.197 -reviso en internet- que le dimos el voto lo hicimos superando la natural reticencia por su escaso arraigo con la comuna y apostando netamente en sus capacidades humanas y profesionales y en la renovación de gran parte del personal vinculado a la administración municipal en las últimas décadas.

Hoy, cuatro años después, para muchos la leche ya parece estar cocinada. A menos que algunos de los pre-candidatos anunciados por la concertación empiece a aplicar desde ya un ritmo de trabajo similar o superior al exhibido por la Valdés en 2008, esta carrera se estaría definiendo entre el ex-alcalde Gálvez y el actual concejal Núñez. Ninguno de los dos, "caras nuevas" ciertamente.

El criterio que tienen algunos de entender el mecanismo de la cuestión municipal como una suerte de elemental asistencialismo por parte de las autoridades de turno (veraneantes que nos "dan de comer" - alcaldes cercanos que atienden nuestras demandas básicas) no es necesariamente repudiable, ni siquiera erróneo. En rigor, nadie con un mínimo de sensatez puede contradecir que esta es una comuna esencialmente turística (es decir, que el eje de su economía es el turismo), ni tampoco que no sea positivo que nuestro trato con las autoridades sea cálido y amistoso. Un criterio así es más que nada mediocre. La premisa que nunca debemos perder de vista es que cuando ponemos por elección popular a alguien a la cabeza de nuestro gobierno, lo hacemos para que éste encabece de la manera más eficiente posible un proyecto de desarrollo de las potencialidades de nuestra comunidad, y no porque éste o este otro sea el peor es nada, el conocido de la familia, con quien tendremos más posibilidades de que nos eche una mano cuando el apretón del invierno arrecie.

Con esta mentalidad será bien difícil que algún día logremos tener a la cabeza de nuestro gobierno local a un gestor de real calidad y verdadero liderazgo.