Por Pablo Salinas
La historia de la Estación Costera de Investigaciones Marinas de Las Cruces (ECIM) es sin duda fantástica. Porque concentra los esfuerzos pioneros de chilenos abriéndose paso en un campo todavía hoy de insuficiente penetración y estímulo a nivel nacional, como el de la investigación científica. Si nos remontamos a inicios de los ochenta, momento de partida de la ECIM, el carácter visionario de la tarea emprendida por los biólogos Patricio Sánchez y Juan Carlos Castilla -Premio Nacional de Ciencias 2010- no hace más que acentuarse. En lo personal, que en nuestro litoral, en plena crucina Punta del Lacho, exista una de las pocas y más antiguas reservas marinas de Chile, junto a un centro de investigación universitaria de avanzada (PUC), el que hace poco sumó el único punto en Sudamérica concentrado al estudio de la energía mareomotriz, me parece algo extremadamente relevante. ¿Qué ha pasado en todos estos años con la ECIM, a la cual no pocos siguen viendo como un reducto algo hermético que entra en escaso diálogo con el resto de la comunidad local, e, incluso, de la cual muchos aun ignoran su existencia? A comienzos de año, la ECIM abrió sus puertas para acoger a los representantes de las agrupaciones vecinales que trabajan por la protección del amenazado campo dunar de Gota de Leche, en busca de convertirlo en Santuario de la Naturaleza. Una señal clara de que este importante centro de estudios está propiciando un muy positivo enriquecimiento al interior de sus lineamiento institucionales.
Para ahondar en estas y otras materias, conversé con María Dulce Subida, coordinadora de la Oficina de Vinculación y Desarrollo Comunitario de la ECIM.