La primera y más recordada clase de entomología que registra mi memoria la recibí siendo adolescente por parte de otro adolescente, veraneantes ambos de ese extinto Algarrobo de fines de los ochenta. Yo debo haber tenido 17, él 14. Ese precoz y regordete profesor solía aprovechar esas mañanas en que la vaguada costera impone sobre los cielos su manto espeso para hacernos al grupo de amigos una propuesta curiosa: que lo acompañáramos en busca de determinadas especies de insectos que él, con su singular manejo del tema, sabía que podían merodear en la zona. Así, me recuerdo moviendo un grueso tronco de pino tumbado en medio del bosque de El Canelo, para descubrir una familia de grillos de llamativo color rojizo y de un tamaño insólito como nunca después he vuelto a ver. O, recorriendo los serpenteantes senderos de esa magnífica zona de dunas que se extendía junto al humedal Los Patitos, presenciar el alucinante encuentro entre la temible avispa y la enorme araña. El mote científico de la avispa nunca más lo olvidé: Pepsis Limbata Guer. Según mi profesor de pantalones cortos, que no ocultaba su admiración por tan fabulosa criatura, ese "Guer" lo recibía por su condición de guerrera consumada: estábamos frente a una especie ante la cual simplemente ninguna otra podía rivalizar. Ni siquiera la imponente pollito, que tras una refriega intensa pero más bien breve, terminaba sucumbiendo bajo el poder paralizante de su aguijón.
La presencia imbatible de la hábil avispa de ese entonces parece tener una correspondencia demasiado obvia dentro del contexto actual. De hecho, esas mismas dunas lucen hoy cercadas y engullidas por el gigante inmobiliario San Alfonso. Y, así, grandes extensiones de playas, bosques y cerros aparecen, tras dos décadas, conquistadas por el imperio del cemento. Pero, confieso, caigo en esa muy torpe tendencia a hacer analogías apresuradas con el reino animal: mientras la avispa, por más intimidante que se vea y fría que resulte en su proceder, actuará siempre movida por una justa y precisa necesidad de supervivencia, nuestros apetitos suelen ser mucho más caóticos e incontenibles. Simplemente -y será por la complejidad propia de nuestra especie- nos cuesta alcanzar el equilibrio, tenemos que redactar leyes, códigos y ordenanzas de manera de autoimponernos un esquema básico de juego. Todo, con tal de mantener a raya la sed devoradora de los más hábiles, los más dotados, los más avispa(dos) de entre los nuestros.
En Algarrobo, por desgracia (de verdad no quisiera que así fuera), las señales dan cuenta de una casta de avispa(dos) que se envileció más de la cuenta. Edificios que ya no sólo se pretenden construir junto a ricas reservas de flora y fauna sino que sobre ellas, inversiones millonarias en cuyos contenidos la sigla RSE (Responsabilidad Social Empresarial) equivalen a surrealismo puro, empresarios que demandan a los vecinos porque éstos tienen el atrevimiento de oponerse a sus mastodónticos proyectos... Lo subrayo: no discuto aquí si corresponde o no ponerle freno al avance de las torres. Es algo más simple. Básico. Esencial: los términos en los que se entabla el diálogo entre los "inversionistas" y la comunidad resultan, al menos, preocupantes. La RSE, por ejemplo, convendría anotar en la pizarra, no es un invento del primer mundo para necesidades del primer mundo, sino una estrategia que, junto con un mejoramiento de imagen, aporta una serie de beneficios prácticos... para todos. Hoy por hoy, la búsqueda de entendimientos armónicos, inclusivos, no es precisamente algo visto como un signo de debilidad, sino que es algo que se premia y distingue.
Esta mañana, una avispa se vino a posar entre las flores del jardín. A menos de un metro, creí adivinar que se trataba de la Pepsis Limbata Guer. Hermosa, enfundada en su brillante armadura de un negro azulado, se paseó algunos minutos, concentrada, dando pasitos algo robóticos por la gravilla del suelo. De pronto, tras subir y bajar sus antenas como en un último ajuste, reemprendió su vuelo, perdiéndose en el azul del cielo. A pocos pasos, los abejorros, impertérritos, iban y venían entre las flores de la lavanda.
Pablo Salinas
7 comentarios:
Muy acorde con la contingencia, además de estar elegante y entretenidamente escrito. Mis felicitaciones.
Felicitaciones Pablo. En una forma poco usual, pero demostrando tener grandes aptitudes de redacción y de exposición, das una clase magistral de educación cívica en una Comuna en la que, lamentablemente, estamos muy mal. Como testimonio de ello, basta entrar al Portal de la Web de la I. Municipalidad de Algarrobo pinchando aquí http://1.municipalidadalgarrobo.cl/algarrobo/transparencia/index.php?option=com_content&view=article&id=337&Itemid=1&lang=es y leer las extensas actas de las sesiones periódicas de el Concejo Municipal, presidido por el señor Alcalde.
Deseo destacar el siguiente pensamiento: “En Algarrobo, por desgracia (de verdad no quisiera que así fuera), las señales dan cuenta de un casta de avispa(dos) que se envileció más de la cuenta. Edificios que ya no sólo se pretenden construir junto a ricas reservas de flora y fauna sino que sobre ellas, inversiones millonarias en cuyos contenidos las siglas RSE (Responsabilidad Social Empresarial) equivalen a surrealismo puro, empresarios que demandan a los vecinos porque éstos tienen el atrevimiento de oponerse a sus mastodónticos proyectos”.
¿Será una locura pedir a Pablo que evalúe la posibilidad de postularse al Concejo? Su aporte sería un hito histórico y esperanzador en una Comuna que clama por dirigentes con mayor educación, preparación y espíritu de emprendimiento
Muy bueno el artículo. Con un mensaje de denuncia muy claro, valiente y directo, en que malos empresarios se aprovechan de una casta de avispado que se han perpetuado como autoridades y que no han sabido o querido defender el patrimonio territorial de la Comuna. No sé si es desidia, incapacidad o intereses ocultos, Pero Algarrobo sigue hundido, en decadencia y convergiéndose en un "pujante" Cartagena con sus bazares, kioskos, fritangas, playas sucias. Melones con vino, pañales sucios en las playas, incluyendo botellas de vidrio, cáscaras de platanos y otras suciedades. He visto como llegan al Canelo los buses comunales y se bajan hordas con comida como si viniesen llegando de la feria.
Gracias Pablo por tu lucidez y agudeza de Pluma!!!...hay que despertar!!!
Pablo con tu excelente artículo estás demostrando que en Algarrobo hay vecinos que observan, piensan y dan esperanzas de cambio. No estamos aún perdidos.
Buen artículo Pablo. Una analogía notablemente fina....el trasfondo es triste eso si y pareciera que poco se puede hacer con esos avispones....que diría "Alfonsina de este Mar de frescos"...!!
Al parecer en base a la astucia unida de autoridad y constructora, con el permiso de una torre estarían iniciando la construcción de una segunda torre y además los camiones pesados siguen transitando por la calle principal de la comunidad de Algarrobo ¿Porqué no lo hacen por la avenida Lynch en donde tienen banderitas y salón de venta?
Publicar un comentario