Los rostros de la campaña, por Marcial Lafuente

Hay una ecuación jodida, pero que no pierde vigencia, que habla de la relación entre lo que un individuo manifiesta físicamente y su correspondiente mensaje a nivel subyacente. El lenguaje corporal. Por las todavía silenciosas calles de nuestro querido balneario, hoy en día los ejemplos que nos obligan a reactivar dicha fórmula abundan. El desfile de rostros (casi siempre sonrientes) de candidatos a ocupar los cargos claves del manejo de la administración municipal presenta una casi forzada oportunidad para que cada uno de nosotros, simples ciudadanos de a pie, emita sus propias conjeturas respecto a tan pintoresca como sobrepoblada oferta.

Cada cual tiene el caracho que los genes (o el Creador) le han dado. Esa es una premisa irrefutable. Que cada cual se las apañe con el semblante con el que vino al mundo. Si bien en otras localidades el recurso del photoshop es una práctica relativamente extendida, comprobamos que por estos paños todavía cada uno compite con perfecta "transparencia" en ese sentido. Por momentos también -hay que reconocerlo-, frente a la poca agraciada estampa de ciertos recios señores, se echa de menos algo de tecnología para paliar ciertas "asperezas" que a la larga terminan resultando un tanto desagradables.

Pero, más allá de esa bien natural inclinación a rechazar lo feo, lo que queda es la carga, o mensaje subliminal, que cada una de estas imágenes nos transmiten. En un ámbito donde las sonrisas imperan, por ejemplo, sobresale el caso, exclusivo, del candidato que exhibe una mirada de total y completa seriedad. A veces una mirada seria y torva no necesariamente es sinónimo de seriedad y compromiso, por ejemplo, sino más bien de rudeza y obcecación, dan ganas de haberle sugerido en su caso.

Otro candidato -con pretensiones de repetirse el plato- llama la atención por el gesto perfectamente rígido y poco natural con el que se nos presenta levantando el pulgar, en un gesto que universalmente tenderíamos a considerar como de éxito y confianza, pero que esta vez, dada la particular torpeza del sujeto, nos sentimos poderosamente inclinados a asociar más bien con una gran, añeja y mal vestida marioneta. El extraño rictus de su boca tampoco ayuda a deshacer esa tan poco favorable idea de nuestra mente.

El caso del actual alcalde también destaca. Pese a la franca sonrisa con la que nos mira, cuesta sacarse de la cabeza la idea de "enfermedad" cada vez que nos enfrentamos a sus carteles de campaña. La mirada cansada, el peculiar brillo de los ojos, la calidad de la piel resultan elementos inequívocos para vincularlos con la "poca salud". El lema "Únete a la Fuerza" que lo acompaña hace preguntarnos con cierto desconsuelo a qué clase de fuerza se referirá específicamente...

La pancarta de la pareja de candidatos "100% independientes" constituye un caso inédito dentro de todo el espectro de ofertas comunicacionales: dispuestos uno de cada lado, indicando con expresivo gesto la leyenda "No + de lo mismo". Lástima que este "alarde creativo" no se haya visto refrendado, en el caso específico de quien compite por la alcaldía, en el manejo comunicacional oral, como quedó más que patente en la reunión-debate realizada hace pocos días con los cuatro candidatos, donde todo el ingenio y la chispa presentes en el cartel se vieron dramáticamente contrastados con un discurso plano, seco y reiterativo.

Como ven, dentro de un ámbito donde cada uno de nosotros, magullados votantes, transitamos con obligada cautela frente a discursos biensonantes y cargados de promesas y buenas intenciones, desentrañar los secretos del lenguaje corporal se transforma en un provechoso e interesante pasatiempo.